viernes, 8 de abril de 2016

"A su tiempo su pie resbalará"

   "El Dios que os sostiene en la mano sobre el abismo del infierno, más o menos como el hombre sostiene una araña... sobre el fuego, por un momento, para dejarlo caer después, está siendo provocado en extremo...  No sería de admirar si alguno de vosotros, que están llenos de salud y se encuentran en este momento tranquilamente sentados en esos bancos, traspusiesen el umbral de la eternidad antes de mañana..."
   Edwards sostenía el manuscrito tan cerca de los ojos, que los oyentes no podían verle el rostro.  Sin embargo, al acabar la lectura, el gran auditorio estaba conmovido.  Un hombre corrió hacia él clamando:  "¡Señor Edwards, tenga compasión!" Otros se agarraban de los bancos pensando que iban a caer en el infierno... se abrazaban a las columnas para sostenerse, pensando que había llegado el juicio final.
   El resultado del sermón fue como si Dios hubiese arrancado un velo de los ojos de la multitud, para que contemplaran la realidad y el horror de la situación en que se encontraban. El sermón había sido interrumpido por los gemidos de los hombres y los gritos de las mujeres, que se ponían de pie o caían al suelo. Fue como si un huracán soplase y destruyese un bosque. Durante toda la noche, la ciudad de Enfield estuvo como una fortaleza sitiada.  Oíase en casi todas las casas el clamor de las almas que, hasta aquella hora, habían confiado en su propia justicia.

¿Sabes lo que Jonathan Edwards había hecho antes de predicar? 

Durante tres días Edwards no había tomado ningún alimento, y por tres noches no durmió. Había rogado a Dios sin cesar: ¡Dame la Nueva Inglaterra!  Después de levantarse de orar, cuando se dirigía al púlpito, uno de los allí presentes dijo que su semblante era como de quien, por algún tiempo, hubiera estado contemplando el rostro de Dios.  Aun antes de abrir la boca para pronunciar la primera palabra, la convicción del Espíritu Santo cayó sobre el auditorio.

   ¿Cuál de esas cosas necesitamos hoy en día, cuando estamos viviendo en medio de densas tinieblas de pecado?  ¿Necesitaremos a otro Jonathan Edwards que se atreva a predicar un discurso tan crudo como este que mencionamos? ¿Necesitaremos otro tipo de sermón como el que se predica ahora ofreciendo cobertura de parte de hombres?  Creo que necesitamos dos cosas, la valentía para predicar la Palabra y decir lo que Dios dice acerca del pecado, de Su Ira y del destino del hombre.  Pero también necesitamos corazones rendidos al Señor como el de este hombre que intercedía por sus oyentes con pasión y ternura, con desesperación y temor.

Pecadores en las Manos de un Dios Airado



https://www.youtube.com/watch?v=hdh5FFcTVfA&nohtml5=False


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