viernes, 1 de abril de 2016

¡Señor, que tu visión sea la mía!

   Cuando estábamos a punto de concluir nuestras actividades en San Juan, el pastor de mi iglesia, siempre me siento extraña cuando digo mi iglesia, reunió al equipo de trabajo.  Allí estábamos todos, porque hasta las dos preciosas hermanas que nos ayudaron con el sustentamiento de nuestros cuerpos, eran otras misioneras como todos los demás.  Allí no hubo distinciones y Gloria al Señor por eso.

  Bueno, fuimos alentados, retados a no dejar de lado el trabajo que estábamos haciendo. Aprovechamos este momento, que también fue precioso para nuestras almas, trayendo a nuestras mentes al Señor a quien servimos y oramos. Rogamos al Señor de la mies que enviara obreros a Su mies en San Juan.  

   Sí, tal vez te parezca cursi, pero síííí, me pareció un precioso momento para obedecer a nuestro Salvador de esa manera tan literal.  Estábamos viendo la necesidad, habíamos hecho cosas buenas, pero al momento nos parecía tan poquito.  Estábamos seguros de que la necesidad era mayor de lo que podíamos nosotros hacer.  
También pedimos al Señor por otros misioneros que estaban pasando por dificultades en nuestro país.  Y finalmente le rogamos al Señor que no dejara que esa llama que ardía en nuestros corazones se extinguiera, sino que creciera.
   Era temprano, iba a ser el día cuando contaríamos a los niños que Jesús resucitó. Era un sábado glorioso.  Y a cada miembro del equipo, nos regalaron una tarjeta, con unas palabras hermosas y alentadoras.  Eso es lo que quiero contarte hoy, mejor dicho lo que voy a escribirte hoy.  Contiene unas palabras escritas por Floyd McClung:

"Si tenemos pasión de evangelista, 
somos las personas más peligrosas del planeta.  
El mundo no gobierna ya nuestro corazón.
Ya no nos seduce el obtener y ganar, 
sino el propagar y proclamar la Gloria de Dios 
en las naciones.

Vivimos como peregrinos, libres de las 
preocupaciones del mundo.

No tenemos miedo a perder.  
Nos atrevemos incluso a creer que se nos ha dado 
el privilegio de morir para dar a 
conocer su fama por toda la tierra.

Las pasiones del Padre,
se han convertido en las nuestras.
Nuestra satisfacción y significado
residen en Él.

Creemos que Él está siempre
con nosotros hasta el final.

Nuestro mayor sueño es que su nombre
sea alabado en lenguas jamás escuchadas.

Nuestra recompensa es la mirada llena 
de puro deleite que esperamos ver 
en Sus ojos cuando estemos a Sus pies.

   Señor, ¡cuánto me falta para llenar estas ropas de siervo!  Quiero vivir lo que dice allí aunque tu llamado para mi vida sea quedarme con mis bellos alumnos de la clase de Primarios e Intermedios de mi Iglesia.









   

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