"Así pues, mientras mi querida madre, de rodillas en su cuarto, alababa a Dios, yo estaba alabando a Dios en la biblioteca de mi padre donde había entrado para leer el librito."
Fue de esa manera como Hudson Taylor aceptó para su propia vida la obra propiciatoria de Cristo, un acto que transformó totalmente el resto de su existencia. Acerca de su consagración, escribió lo siguiente:
"Recuerdo muy bien ese momento cuando con mi corazón lleno de gozo, derramé mi alma ante Dios, confesándome repetidamente agradecido y lleno de amor porque Él lo había hecho todo, salvándome cuando yo había perdido toda esperanza, y no quería la salvación. Le supliqué entonces, que me concediese una obra que realizar como expresión de mi amor y gratitud, algo que requiriese abnegación, fuese lo que fuese; algo para agradar a quien había hecho tanto por mí.
Recuerdo como, sin reservas, consagré todo; colocando mi propia persona, mi vida, mis amigos y todo sobre el altar. Con la seguridad de que mi ofrecimiento fue aceptado, la presencia de Dios se volvió verdaderamente real y preciosa. Me postré en tierra ante Él, humillado y lleno de indecible gozo. Para qué servicio había sido aceptado, no lo sabía. Pero sentía una certidumbre tan profunda de que ya no me pertenecía a mí mismo, que ese sentimiento , después, dominó toda mi vida. Nunca me olvidaré de lo que sentí en aquel momento; no hay palabras para describirlo."
Poco tiempo después, sintió que Dios le llamaba para servir en China. Desde entonces su vida tomó un nuevo rumbo, pues comenzó a prepararse diligentemente para lo que sería su gran misión. Adaptó su vida lo más posible a lo que pensaba que podría ser la vida en China. Hizo más ejercicios al aire libre; cambio su cama mullida por un colchón duro, y se privó de los delicados manjares de la mesa. Distribuyó con diligencia tratados en los barrios pobres y celebró reuniones en los hogares.
Comenzó a levantarse a las cinco de la mañana para estudiar el idioma chino. Como no tenía recursos para comprar una gramática y un diccionario, muy caros en ese tiempo, estudió el idioma con la ayuda de un ejemplar del Evangelio de Lucas en mandarín. También empezó el estudio del griego, hebreo y latín.
En mayo de 1850 comenzó a trabajar como ayudante del Dr. Robert Hardy, con quien siguió aprendiendo el arte de la medicina que había comenzado con su padre. Sabía de la escasez de médicos en China, así que se esmeró por aprender. En noviembre del año siguiente, tomó otra decisión importante: para gastar menos en sí mismo y poder dar más a otros, arrendó un cuarto en un modesto suburbio de Drainside, en las afueras del pueblo. Aquí empezó un régimen riguroso de economía y abnegación, oficiando parte de su tiempo como médico auto nombrado, en calles tristes y miserables. Se dio cuenta que con un tercio de su sueldo podía vivir sobriamente. "Tuve la experiencia de que cuanto menos gastaba en para mí y mas daba a otros, mayor era el gozo y la bendición que recibía mi alma."
...continuará... Tengo buenas noticias para compartir después de Hudson Taylor
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