jueves, 14 de abril de 2016

Padre de las misiones en el interior de la China

   En un memorable día, antes del nacimiento del hijo primogénito de la familia, el padre llamó a su esposa para conversar sobre un pasaje de las Escrituras que lo impresionaba profundamente.  En su Biblia le leyó una parte de los capítulos 13 de Éxodo y 3 de Números: 
Hudson Taylor
"Conságrame todo primogénito... Mío es todo primogénito... Míos serán... Dedicarás a Jehová todo aquel que abriere matriz..."  
   Los esposos conversaron durante largo rato sobre la alegría que les esperaba. Entonces, de rodillas, entregaron su primogénito al Señor, pidiéndole que ya desde ese momento lo separase para su obra.

   Santiago Taylor, el padre de Hudson Taylor, no solo oraba con fervor por sus cinco hijos, sino que también les enseñó a todos a pedir a Dios todas las cosas detalladamente. Arrodillándose cada día al lado de la cama, el padre colocaba el brazo alrededor de cada uno, mientras oraba con insistencia por él. Insistía en que cada miembros de la familia pasase también, al menos media hora todos los días, ante Dios renovando su alma por medio de la oración y el estudio de las Escrituras.

   La puerta cerrada del cuarto de la madre diariamente, al mediodía, a pesar de las constantes e innumerables obligaciones de ella, tenía también una gran influencia sobre todos, puesto que sabían que se postraba delante de Dios para renovar sus fuerzas, y para pedir que el prójimo se sintiese atraído al Amigo invisible que habitaba en ella... sin embargo, como sucede con muchas personas, el joven llegó a la edad de diecisiete años sin reconocer a Cristo como su Salvador.  

   El mismo dice: "...quiero contarles cómo Dios respondió a las oraciones que mi madre y mi hermana querida, elevaron al Señor por mi conversión. Cierto día, para mí inolvidable...con el fin de distraerme, tomé un folleto de la biblioteca de mi padre. Pensé leer el comienzo de la historia pero no la exhortación del fin.

   Yo no sabía lo que sucedía en ese mismo instante en el corazón de mi querida madre, quien se encontraba a mas de cien kilómetros de distancia.  Ella se había levantado de la mesa anhelando la salvación de su hijo.  Hallándose lejos de su familia y libre de los quehaceres domésticos, entró en su cuarto resuelta a no salir de ahí hasta no recibir una respuesta a sus oraciones.  Oró durante varias horas hasta que por fin, solo pudo alabar a Dios, puesto que el Espíritu Santo le reveló que el hijo por quien estaba orando, había sido salvado.
   
   Yo, como ya lo mencioné, fui guiado al mismo tiempo a leer el folleto. Entonces mi atención fue atraída por las siguientes palabras: La Obra Consumada.  Me pregunté a mi mismo: "¿Por qué el escritor no escribió: La Obra Propiciatoria?  ¿Cuál es la Obra Consumada?"  Entonces me di cuenta de que la propiciación de Cristo era perfecta.  Toda la deuda de nuestros pecados quedó pagada, y no me quedaba nada por hacer.  En ese momento sentí una gloriosa convicción, fui iluminado por el Espíritu Santo y reconocí que lo único que necesitaba era postrarme y aceptando al Salvador y su salvaciòn, alabarlo por siempre."

...continuará...

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