lunes, 11 de abril de 2016

Y acerca de David Brainerd, ¿habías oído?"

   Era tarde y el sol ya declinaba hasta casi desaparecer en el horizonte, cuando el viajero, cansado por el largo viaje, divisó las espirales de humo de las hogueras de los indios "pieles rojas".  Después de apearse de su caballo y amarrarlo a un árbol, se acostó en el suelo para pasar la noche, orando fervorosamente.

   Sin que él se diera cuenta algunos pieles rojas lo siguieron silenciosamente, como serpientes, durante la tarde.  Ahora estaban parados detrás de los troncos de los árboles para desde allí contemplar la escena misteriosa de una figura de "rostro pálido", que solo, postrado en el suelo, clamaba a Dios.

   Los guerreros de la villa resolvieron matarlo sin demora, pues decían que los blancos les daban "agua ardiente" a los "pieles rojas" para embriagarlos y luego robarles las cestas, las pieles de animales, y por último, adueñarse de sus tierras. Pero después que rodearon furtivamente al misionero, que postrado en el suelo oraba, y oyeron cómo clamaba al "Gran Espíritu", insistiendo en que les salvase el alma, ellos se fueron, tan secretamente como habían venido.

   Al día siguiente el joven, que no sabía lo que había sucedido... fue recibido en la villa en una forma que él no esperaba.  En el espacio abierto entre los wigwams (tiendas indias), los indios rodearon al joven, quien con el amor de Dios ardiéndole en el alma, leyó el capítulo 53 de Isaías.  Mientras predicaba, Dios respondió a su oración de la noche anterior y los pieles rojas escucharon el sermón con lágrimas en los ojos.

   Ese joven de rostro pálido se llamaba David Brainerd,  Nació el 20 de abril de 1718.  Él mismo escribió las siguientes palabras:
   "Prediqué a los indios sobre Isaías 53:3-10.  Un gran poder acompañaba la Palabra y hubo una marcada convicción en el auditorio; sin embargo, esta no fue tan generalizada... la mayoría de los oyentes se sintieron muy conmovidos y profundamente angustiados; algunos no podían caminar ni estar de pie, y caían al suelo como si tuvieran el corazón traspasado y clamaban sin cesar pidiendo misericordia... Casi todos los presentes oraban y clamaban pidiendo misericordia, y muchos no podían permanecer en pie."
    Es difícil reconocer la magnitud de la obra de David Brainerd entre las diversas tribus de indios, en medio de las florestas; él no entendía el idioma de ellos. Para transmitirles directamente al corazón el mensaje de Dios, tenía que encontrar a alguien que le sirviera de intérprete.  

   Pasaba días enteros simplemente orando para que viniese sobre él, el poder del Espíritu Santo con tanto vigor que las personas no pudieran resistir el mensaje.  Cierta vez tuvo que predicar valiéndose de un intérprete que estaba tan embriagado que casi no se podía mantener en pie; sin embargo, decenas de almas se convirtieron en esa ocasión.

   David Brainerd murió a la edad de 29 años pero cuando cumplió 25 escribió en su diario: "Hoy cumplí veinticinco años de edad.  Me dolía el alma al pensar que he vivido tan poco para la gloria de Dios."




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