martes, 1 de marzo de 2016

¿Decisión?

   Me hubiera encantado mirar la cara de alguno que pudiera haber leído la fábula del Dr. Paul White que transcribí ayer.  A mi me encantó.  Y yo sé que no todos pensamos igual pero me maravilla aun la facilidad que Dios le ha dado a algunas personas para poner ejemplos tan sencillos para explicar verdades espirituales.
   Hoy quiero que entremos en el tercer paso que menciona nuestro librito ¿Qué es un cristiano?: Decidir.  Este tema me causa un poquito de temblor en el estómago, porque hay muchas personas para quienes este podría ser un conflicto.  Te aseguro que esta no es mi intención.  Reconozco que no sé todo acerca de las implicaciones de esta verdad que veo en la Palabra.  Y quiero repetir, que yo misma enseñé lo contrario a lo que ahora entiendo y abrazo.
   Es por esa razón que lo que haré hoy será mostrarte un contraste entre lo que dice la Palabra y nuestros pensamientos humanos.  Comenzaremos por recordar que es lo que dice la PALABRA acerca de cuál es la condición del no creyente, es decir cómo éramos tu y yo antes de ser nacidos de nuevo.  Volveré a hacer la lista.

   Efesios 2:  muertos en delitos y pecados, bajo la influencia del príncipe de la potestad del aire, hijos de desobediencia, viviendo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, hijos de ira, sin Cristo, apartados de la ciudadanía de Israel, extraños a los pactos de la promesa, sin esperanza, sin Dios en el mundo, lejanos, enemigos de Dios, extranjeros, forasteros.
   Efesios 4:  viviendo en la vanidad de la mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos a la vida de Dios, ignorantes, con el corazón endurecido, insensibles, entregados a la sensualidad, practicantes ávidos de toda clase de impureza, corrompidos, llenos de deseos engañosos.
   2 Corintios 4:  perdidos, mentes cegadas por el dios de este mundo, incrédulos.
   1 Corintios 6:  injustos.
   Si tuvieramos que resumir en una sola palabra lo que acabamos de leer, creo que la palabra IMPÍO sería una de las mas apropiadas.  Ahora te pregunto:  ¿Piensas que una persona en estas condiciones, estaría en la posibilidad de tomar una elección por lo bueno?  ¿Piensas que un impío tiene una condición espiritual como para tomar una decisión por Dios?  ¿No dice acaso la misma Palabra que no hay ni siquiera una sola persona que busque a Dios?  
   Entonces ¿cómo puedo yo decirle a mi alumno que es solo una cuestión de decisión?  ¿Cómo decirles que lo único que tiene que hacer es invitar a Cristo a que venga a vivir en su corazón?  Si la Santidad de Dios es tan grande como lo afirma la Biblia, diciendo incluso que Dios es muy santo como para mirar el pecado, ¿crees que yo puedo decidir que el Dios del Universo venga a habitar en mi corazón?
   ¿Cómo le decimos: levanta tu mano en señal de que tú aceptas a Cristo como tu Salvador?
   No quiero agregar mucho más hoy.  Solo quiero que vayamos juntos a Lucas 18:9-14, donde está Jesús contando la parábola del fariseo y del publicano.  Y es que está tan claro que me asusta pensar que algún día yo pudiera volver a decirle a un niño algo diferente a lo que hizo el publicano.  Y además siendo que quien lo contó fue el mismo Señor Jesucristo, sé que no le faltó detalle y que es perfecta esta narración.
   El publicano, reconocía su propia condición y sabía que no había nada en él que pudiera ganarle un gramo de misericordia delante de Dios.  Jesús lo contrasta con el fariseo, quien confiaba en sí mismo como justo y menospreciaba a los demás como el publicano.
   El publicano ni se atrevió a acercarse mucho al lugar que significaba la presencia de Dios, ni siquiera se atrevía a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho.  Y ¿qué era lo que decía? 

   "Señor, yo tomo la decisión en este momento de invitarte que vengas a vivir a mi corazón. Perdona si es que he hecho algo que no te agrade."  ó

   "Señor decido que desde hoy serás mi Salvador."

   ¡No! El publicano decía "¡Oh Dios, sé propicio a mi, pecador!"  ¿sabes lo que él estaba tratando de decir?  "Dios, yo necesito que tu hagas algo por mí, yo soy un pecador y no tengo ninguna excusa ni justificación delante de ti. Tú eres el único que puedes hacer algo por mí. Sálvame."

   Lo más maravilloso es que el Señor Jesús concluye la parábola diciendo que éste, el publicano, bajó a su casa justificado, es decir, habiendo sido declarado inocente, no culpable, perdonado.

   Eso es lo que nuestro alumno, nuestro hijo, debe hacer.  Volverse a Dios pidiéndole que tenga misericordia de él y lo salve.
  

 

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