viernes, 11 de marzo de 2016

Sembremos con esperanza

   En vista de lo perturbador que puede ser esto (la verdad del nuevo nacimiento) a la conciencia sensible y al corazón endurecido, quiero tener mucho cuidado.  No quiero causar una perturbación innecesaria en las almas sensibles.  Ni tampoco quiero dar una falsa esperanza a aquellos que han confundido la moralidad o la religión con la vida espiritual.
   Siento como si tomara en mis manos almas eternas .  Y al mismo tiempo, se que no tengo poder en mí mismo para darles vida. Pero Dios sí.  Y tengo muchas esperanzas de que él hará lo que dice Efesios 2:4-5: "Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aún estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con el Mesías (por gracia habéis sido salvados)."
   Al Padre le encanta magnificar las riquezas de su gracia que da vida donde Cristo es exaltado en verdad. Esa es mi esperanza: que todas estas verdades no solo perturben, sino que estabilicen y salven.  

   Había pensado escribir más del libro del pastor John Piper que estamos compartiendo, pero algo pasó y lo dejaré hasta aquí.  Este pastor, y no quiero que pienses que estoy endiosándolo, me ha recordado lo que Jesús sintió al contemplar a las personas que estaban como ovejas que no tienen pastor.  Dice la Biblia que sus entrañas se enternecieron por ellas, porque estaban agotadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor.
   ¿Acaso no nos falta la compasión que muestra aquí nuestro Salvador?  ¿Acaso eran perfectas estas personas y Jesús solo podía ver el gran potencial que tenían?
   ¿Estamos preocupados por los perdidos? ¿O esto es solo cuestión de obediencia a Cristo?  Esta es una de las razones por las cuales debemos seguir abrazando el evangelio y predicándolo a nosotros mismos, porque, a menudo olvidamos el chiquero donde estábamos como el hijo pródigo, deseando comer la basura que comían los demás e incapaces de merecer ser salvados.
   ¿Cuando predicamos el evangelio estamos conscientes de que la persona que tenemos enfrente está muerta en sus delitos y pecados?  ¿Recordamos que a menos que Dios diga: ¡Sea la luz! no habrá luz en su mente entenebrecida? ¿Recordamos que las almas de nuestros hijos, sobrinos y alumnos son eternas? ¿Nos irritamos si no se vuelven a Dios en arrepentimiento y fe?
   ¡Cuánto nos falta para ser como Cristo y tener tal pasión por los que se pierden!
   Pero también nos hace falta recordar que es cierto que al Padre le encanta magnificar las riquezas de su gracia salvando a pecadores que no lo merecen y que sí merecen el castigo eterno.  Busca conmigo Lucas 15
   Este capítulo comienza diciendo que todos los publicanos y los pecadores se acercaban  a Él (Jesús) para oírlo.  Pero también dice que los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo que Jesús recibía a pecadores y comía con ellos. Entonces Jesús les cuenta tres parábolas.  Creo que todos las conocemos, comienza con un animal: la oveja perdida.
   Lucas 15:7 nos dice la conclusión de la parábola:  "Os digo, que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de arrepentimiento."
   La segunda parábola es acerca de una moneda.   Lucas 15:10 nos dice la conclusión de esta parábola:  "Así, os digo, hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente."
   La tercera parábola es la del hijo perdido o como solemos llamarla, del hijo pródigo.   Lucas 15:32 nos dice la conclusión de esta:  "pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto, y revivió; estaba perdido, y fue hallado."
   Nuestro precioso Dios se goza en perdonar.  Dios se deleita en salvar a pecadores que no merecen otra cosa que la condenación eterna.  ¿Y tú y yo nos gozamos en la esperanza de que nuestro Padre Celestial se regocije en salvar a nuestros hijos, nuestros alumnos, nuestros semejantes?
   Necesitamos pedirle al Señor que no de la visión que Él tiene hacia el pecador.  Que podamos ver a los perdidos con la misericordia con que  Él nos miró a nosotros cuando éramos también cadáveres.  Necesitamos pedirle al Señor que nos ayude a ser proclamadores incansables del evangelio que nos salvó para que la gracia infinita y sublime de nuestro Dios se siga manifestando para salvación y vida de los perdidos.
  ¡Que el Señor nos ayude!

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