El oír está enmarcado en los versículos 19 al 21. Debemos abandonar los criterios personales y acoger con humildad la Palabra. Cuando escuchamos la Palabra de Dios, no debemos justificarnos ni racionalizar nuestro pecado, nuestra actuación, sino ser humildes en aceptar la exhortación que ella nos hace.
Tampoco debemos aplicarla a otros. Es primeramente conmigo con quien Dios trata en mi corazón y mi mente. y en su maravillosa manera de obrar, la misma Palabra predicada será aplicada a cada corazón de acuerdo a su necesidad particular. Ese es el ministerio del Espíritu Santo de iluminar nuestro entendimiento y guiarnos a la verdad.
Cuando me enfrento a la Palabra, debo preguntar: ¡Señor! ¿qué quieres decirme? ¿cómo aplico esto que leo o escucho a mi vida? ¿qué hay en mi corazón que tú me confrontas hoy con esta Palabra.
Actuar está enmarcado en los versículos 22 al 25. Esta porción comienza con una orden "...sed hacedores..." y termina con una promesa "...este será bienaventurado en sus acciones."
Hay una tendencia actual hacia la intelectualidad de la Palabra, sin que esto afecte el obrar o actuar. ¿Cuál es la razón por la cual estudio la Palabra? ¿Veo la Palabra de Dios como un texto académico? ¿Me ocupo en investigar para buscar respaldo a mi postura personal? ¿O realmente me acerco a hacer lo que dice el versículo 25?
Este es un versículo muy hermoso, y por supuesto que voy a escribírtelo:
"Pero el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en sus acciones."Es precioso, ¿verdad? Algunas veces no comprendo como podemos obviar las claves que el Señor nos da para ser dichosos, bienaventurados. Miremos atentamente la ley perfecta (la que convierte el alma), la de la libertad (es decir, la verdad, porque Cristo dijo que conoceremos la verdad y la verdad nos hará libres), obedezcamos esta palabra y entonces seremos bienaventurados. Busquemos la sabiduría de Dios para aplicarla a nuestros corazones.
Por último, Evidenciar. Enmarcado en los versículos 26 y 27 de este primer capítulo de Santiago. Los hechos son más necesarios que las palabras. El mayor divorcio que los de afuera ven en la iglesia es el divorcio entre lo que predicamos y lo que hacemos. La verdadera evidencia de la obra de la Palabra de Dios en nuestra vida se debe manifestar en el servicio al prójimo y en la fidelidad a la Palabra de Dios, guardándonos sin mancha del mundo.
Pero estas tres palabras o verbos también se pueden aplicar a la necesidad de aquellos que permanecen perdidos. Necesitan oír la Palabra, escuchar el evangelio porque la fe viene por el oír. Necesitan actuar viniendo arrepentidos delante del Señor pidiendo Su perdón y misericordia para salvarlos y por último solo habrá una evidencia de transformación por la Palabra cuando el Señor los haya salvado. No puede haber evidencia de algo que no existe.
Por eso repito nuevamente lo que ya he dicho muchas veces. No dejemos de predicar el evangelio, porque todo comienza por el oír la Palabra.
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