Jesús dijo a Nicodemo: "De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios". (Juan 3:3) Nos estaba hablando a todos nosotros cuando dijo eso. Nicodemo no era un caso especial. Usted y yo hemos de nacer de nuevo, de lo contrario, no veremos el reino de Dios.
Eso significa que no seremos salvos; no formaremos parte de la familia de Dios y no iremos al cielo. Vamos a ir al infierno si no nacemos de nuevo. Eso es lo que se dice en este capítulo sobre la persona que no cree en Cristo: "...la ira de Dios permanece sobre él." (Juan 3:36). No es ningún chiste. Jesús usa palabras duras para realidades duras. Esto es lo que hace el amor. Lo contrario se llama consentimiento.
Nicodemo era uno de las fariseos, los líderes judíos mas religiosos. Jesús les dijo en Mateo 23:15 y 33: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijos del infierno que vosotros...¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?". Por lo tanto, el tema del nuevo nacimiento no es poca cosa. Es central. La eternidad está en juego cuando hablamos del nuevo nacimiento. A menos que uno nazca de nuevo, no podrá ver el reino de Dios.
Soy consciente de que estas páginas serán perturbadoras para muchos, así como lo son las palabras de Jesús una y otra vez si las tomamos en serio.
La enseñanza de Cristo acerca del nuevo nacimiento nos confronta con nuestra irremediable condición espiritual, moral y legal, separados de la gracia regeneradora de Dios. Antes de que nos suceda el nuevo nacimiento, somo moralmente egoístas y rebeldes; y somos legalmente culpables ante la ley de Dios; estamos bajo su ira.
La enseñanza acerca del nuevo nacimiento es perturbadora porque se refiere a algo que se nos hace a nosotros, no que nosotros hacemos. Juan 1:13 enfatiza esto. Se refiere a los hijos de Dios como aquellos que "...no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios." Dios es el que causa el nuevo nacimiento, no nosotros. No tenemos el control. Y por eso nos confronta con nuestra inutilidad y nuestra absoluta dependencia de Alguien fuera de nosotros mismos.
La enseñanza de Jesús acerca del nuevo nacimiento es perturbadora pues nos confronta con la absoluta libertad de Dios. Separados de Dios, estamos espiritualmente muertos. Nuestra rebeldía es tan profunda que no podemos detectar ni desear la gloria de Cristo en el evangelio. Por tanto si vamos a nacer de nuevo, tendrá que depender total y finalmente de Dios. Su decisión de darnos vida no será una respuesta a lo que nosotros hagamos como cadáveres espirituales, sino que lo que hagamos será una respuesta al hecho de que Él nos dio vida. Para la mayoría de las personas, al menos al principio, esto es perturbador.
Quiero dejarlo por hoy hasta aquí, porque aunque este pastor dice que al menos al principio estas verdades son perturbadoras, yo creo que en cierta medida me perturban todavía. Cuando pienso por breves instantes cómo sería mi vida si Dios no me hubiera salvado me da un estremecimiento de terror.
Cuando oro por algunos de mis seres amados, de mis queridos alumnos, y pido al Señor que derrame sobre ellos arrepentimiento y fe, siempre viene a mi mente el hecho de que Dios es libre y soberano de hacer como a Él le place. Y ese pensamiento me hace estremecer. Lloro pensando que no quiero ofender la soberanía del Señor, pero sé que el Espíritu Santo intercede ante el Padre porque yo no sé pedir como conviene.
Sentémonos junto a Nicodemo a escuchar la voz de Jesús diciéndonos ...es necesario que nazcas de nuevo... es necesario que tus amados nazcan de nuevo...es necesario que tus alumnos nazcan de nuevo. No puedo hacer otra cosa que predicar el evangelio con fe y llorar pidiendo la vida de mis pequeñitos que desfallecen por las calles.
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