Dr. Paul White |
En el gran hospital de Mvumi, en medio de las colinas del centro de Tanganika, todas las noches se desarrollaba una escena similar. Cuando terminaba el trabajo del día, los enfermeros y mucamos, los enfermos externos, los que podían levantarse y hasta los negros de los alrededores se reunían alrededor de la fogata que se encendía en el gran patio del hospital. Así se sacaban el frío, combatían el aburrimiento y continuaban con la vieja costumbre africana de contar historias durante horas. Estas historias les daban enseñanzas muy importantes, que muchos de ellos desconocían del todo. Nunca habían oído la palabra "pecado", no sabían nada del Dios de los cielos, ni entendían por qué necesitaban un Salvador. El maestro era Daudi, el enfermero jefe y entre los enfermeros había un negrito llamado Mgogo, muy preguntón, que quería saber del futuro de su alma. El Dr. Paul White escribió las Fábulas de la Jungla, de las cuales te voy a contar una, llamada:"Caída desde una Rama".
Mgogo había estado observando por la ventana del dispensario durante toda una hora. Daudi sonreía mientras preparaba remedios para el dolor de cabeza. En cualquier momento, aparecerían las palabras.
- Pero ¿cómo? - preguntó Mgogo de repente.
Daudi levantó la cabeza.
- ¿Cómo qué?
- ¿Cómo puedo librarme de mi pecado? - Mgogo tenía una expresión preocupada.
Daudi puso el rótulo a la botella y dio vuelta a las páginas de un libro muy gastado.
- Aquí dice "Arrepentíos y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados".
Mgogo hizo girar sus ojos.
- Son palabras difíciles, oh Grande, palabras que hacen tambalear mi cerebro.
- Esta noche - dijo Daudi.
Se ubicaron alrededor del fogón luego del atardecer, con Daudi sentado en el banquito que había traído Mgogo. Comenzó...
***
Nyani el mono, tenía un muy buen cuchillo de los que se usan en la selva, llamado panga. Era su especial motivo de orgullo y lo afilaba con fuerza y habilidad en la piedra chata que estaba bajo el árbol meninga que crecía junto a los grandes bloques de granito. El cuchillo estaba tan filoso que podía afeitarse los pelos de su cola. Muchas veces advertía a los monitos de arbórea familia:
- No toquen al panga. Bastará que la pata de ustedes acaricie este gran cuchillo para que entonces, pequeños de mi especie, sientan el gusto donde tienen menos pelo.
Pues bien, Tabu era un monito de sabiduría retorcida. Charlaba y se rascaba y se hamacaba en las ramas altas. ¡Por lo menos, él podría tocar el cuchillo de Nyani, el más viejo mono del árbol!
Llegó el día cuando Nyani estaba conferenciando con los demás mayores de la tribu entre los grandes bloques de granito y bajo la sombra del árbol meninga. Tabu echó una mirada al panga y luego a todas partes. Los pensamientos le corrieron rápidamente entre las dos orejas.
Volvió a mirar. Sus ojos le explicaban cómo el filo brillaba, qué fuerte y ruda era la hoja y qué bien pulido el mango. Los ojos le brillaban. Tocó al panga con su mano. En verdad era tan suave como parecía. Su cola se enrolló suavemente alrededor del mango y, ¡yoh!, un estremecimiento le pasó por el cuerpo. Su cola lo apretó y casi por accidente el cuchillo se le acercó.
Saltó a un árbol más alto, sosteniendo firmemente el cuchillo. Por un momento se sentó quieto sobre la rama, mirando el filo brilloso. Su boca de mono se transformó en una sonrisa cuando descubrió que él podía afeitarse los pelos de su cola.
Casi dejó caer el cuchillo cuando inesperadamente apareció bien enfrente de él la cabeza de Twiga, la jirafa. Saludó a Twiga con toda la cortesía selvátiva y luego con voz de orgullo, dijo:
- Oh Twiga, yo podría cortar esta rama con este gran cuchillo y la fuerza de mi brazo.
Humedeciéndose las manos con saliva de mono, apretó fuertemente el panga y enrolló bien la cola alrededor de la rama.
¡Pim! Saltaron las astillas.
Twiga retrocedió llena de rabia entrecerrando sus ojos suaves.
- Ten cuidado monito. ¿No estás colocado en mala dirección mientras cortas? Cambia de dirección, de modo de poner tu espalda hacia el tronco.
Pero Tabu estaba demasiado ocupado para escuchar. Apenas si escupió su pata de mono con todo cuidado y volvió a golpear. Mientras saltaban las astillas, la voz de Twiga se hizo más insistente. Lenta y claramente, le dijo:
- Monito, cambia de dirección. Con tu espalda contra el tronco estarás seguro, pero donde estás...
Con ojos brillantes, Tabu volvió a golpear. Una gran astilla pasó junto a la oreja de Twiga. El monito sonrió con cara de triunfo.
- Con un cuchillo como éste...- comenzó, pero entonces se oyó un crujido, agudo y terrorífico. Tabu dejó caer el cuchillo y temblando, retrocedió dos largos pasos de mono rama abajo.
- ¡Hey! - lo llamó Twiga, con su larga lengua negra, retorciéndose de agitación-. Tabu, vuélvete. Cambia tu dirección. Ve al otro lado del tajo, el lado seguro, el lado del tronco.
Pero Tabu temblaba y parloteaba, mientras la rama volvía a crujir. Twiga se acercó más y habló con serenidad.
- Tabu, es cuestión de sabiduría lo de retroceder. Si no cambias de pensamiento en cuanto al lugar en que estás, te verás en gran problema.
- Cambia de idea y luego cambia de dirección -gritó Twiga-. Es el único camino.
Pero Tabu, asustado y aterrado, sacudió su cabeza de mono y corrió hasta el mismo extremo de la rama. Se sacudió.
- ¡Rápido!- exclamó Twiga-. Cambia de idea, cambia de dirección. ¡Rápido!
Pero entonces se oyó un crujido espantoso. La rama se quebró. Tabu se cayó, las patas sobre la cola y dio en tierra, ¡pum!, en una gran piedra y quedó terriblemente quieto al lado de panga, el cuchillo. Los ojos de Twiga estaban llenos de pena.
- Yo le dije que cambiase de dirección. Le dije que cambiara de idea- dijo la jirafa lentamente.
***
Daudi se detuvo. Sacó de su bolsillo un trozo de papel que había enrollado cuidadosamente y lo encendió en el fogón y colocó la llama en la mecha del farol, levantándola.
- Ustedes también- dijo señalando a cada uno de los que escuchaban-, ustedes también están en el lado equivocado de la rama quebrada. El Libro de Dios dice que cambien su mente, o sea que se arrepientan. El Libro también dice que cambien de dirección, o sea que se conviertan. Que pasen al otro lado porque las palabras completas del Libro son: "Arrepentíos y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados".
Daudi se levantó y caminó hacia el hospital. Los que escuchaban se quedaron sentados en silencio, con sus cabezas llenas de pensamientos.
Mientras Mgogo esperaba que le viniera el sueño una hora despues, se decía a sí mismo:
- Yo también estoy todavía en esa rama.