miércoles, 10 de febrero de 2016

Existe una terrible razón

   Me imagino que en algún momento habrá alguien quien me siga en esta tarea que ha sido colocada como una carga en mi corazón desde hace más de dos años, y que en mis temores tontos pospuse hasta ahora.  Quizá seas tú, que me quieras preguntar a qué se debe mi insistencia con el tema de que le prediques el evangelio a tus alumnos.
   Te voy a contar.  Una vez tuve un precioso grupo de alumnas.  Todas eran jóvenes, lindas, activas dentro de sus iglesias, con muchos sueños.  Todas habían ido a estudiar  Educación Cristiana.  Una tarde, al inicio de la clase, les pregunté que si ellas murieran esa misma tarde ¿cuántas estaban seguras de ir al cielo?  De mis 10 alumnas solo una me dijo que estaba segura de que estaría en la presencia del Señor. 
   El resto quedó en profundo silencio.  Lágrimas salieron de algunos ojos, algunas se miraron entre sí y yo no podía hablar. Les aseguro que no estaba preparada para esa respuesta. Había estado esperando un rotundo sí de cada una.  Así que cerré la carpeta donde tenía la clase preparada y comencé a mostrarles la necesidad de que se examinaran para ver si eran salvas.
   Sabía que este examen era terrible, pues hacía poco yo me lo había planteado a mí misma.  Una y otra vez, en cada clase, en las conversaciones, en el comedor estuvimos comentando algo al respecto.  Una a una me fueron diciendo que se habían examinado.  Una me contó después que a raíz de ese día se había arrepentido.  Otra esperó llena de terror casi dos meses para examinarse.
   Lo he oído a algunos predicadores, lo terrible que puede ser vivir engañados pensando que somos creyentes cuando en realidad no lo somos.
   Hay dos pasaje que vienen a mi mente con claridad:  Mateo 7:21 al 23.  Jesús está terminando el Sermón del Monte y dice estas palabras.
   "No todo el que me dice: Señor, Señor", entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.  Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?"  Y entonces les declararé: "Jamás os conocí; apartaos de mi, los que practicáis la iniquidad.?"
   Luego en Mateo 25 los versículos del 1 al 13 Jesús cuenta la parábola de las Diez Vírgenes y al final dice: "Luego las otras vírgenes también llegan diciendo: ¡Señor, Señor, ábrenos!  Pero él respondiendo, dijo: "En verdad os digo que no os he conocido."
   Estos dos pasajes tienen unas cuantas cosas en común.  En primer lugar fueron palabras de Jesús y estamos seguros de que Él sabía muy bien lo que estaba diciendo.  No son palabras ligeras.
   En segundo lugar, las vírgenes que comúnmente llamamos insensatas y los muchos mencionados en Mateo 7, llaman a Jesús "Señor" y hacían bien pues Él es el Señor.  Pero Jesús la usa de una manera que denota intimidad: "Señor, Señor".  ¿Lo sabes?  En la Biblia hay muchos casos:  Saulo, Saulo; Abraham, Abraham; Marta, Marta; Padre mío, Padre mío.  Decirlo de este modo denota familiaridad, intimidad.
   En tercer lugar, los muchos y las cinco vírgenes estaban "haciendo cosas buenas", es decir, unas estaban esperando al novio y los otros estaban profetizando, echando fuera demonios y haciendo muchos milagros.
   Y en último lugar, lo más terrible es que Jesús les dice a todos que nunca los conoció.  Y no era que Él no sabía de la existencia de ellos, sino que no tenía un conocimiento de salvación, no eran de Él.
   Eso me parece terrible.  Eso es terrible.  ¿Te imaginas que alguien viva su vida pensando que es salvo y en realidad siga siendo un incrédulo?  ¿Te imaginas que alguien sea participante activo de todos los ministerios de la iglesia y viva una vida aparentemente piadosa y aún no haya nacido de nuevo? ¿Y si se muere estando en su engaño?
   ¿Acaso no fue eso lo que le sucedió a John Wesley, a Martin Lutero, a George Whitfield, que vivieron una vida sacrificial y aún no habían sido hechos nuevas criaturas?
   Pablo le escribió a los corintios y les dijo "Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos.  ¿O no os reconocéis a vosotros mismos, que Jesús el Mesías está en vosotros? ¡A menos que estéis descalificados!"
   Y tú y yo... ¿estamos seguros?


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