sábado, 6 de febrero de 2016

Si lo hubiera sabido...

     Cuando tenía 13 años comencé a ayudar en la Escuela Dominical de la iglesia donde asistía. Me inicié como ayudante del Departamento de Cuna, cargando bebés, dando teteros y limpiando algunos "accidentes" que suelen sucederle a los bebés.
     Me encantaban los niños, de hecho, los hijos de muchos hermanos de mi iglesia pasaron por mis brazos mientras soñaba con los míos, es decir, con los que un día Dios me daría.  Mejor dicho, los que yo estaba segura que tendría. Hice un recorrido como maestra por todos los niveles de la Escuela Dominical.  
    Un día, a los 24 años de edad, fui a Ebenezer, la escuela teológica de la organización a la que pertenecía mi iglesia.  Allí decidí estudiar misiones porque yo estaba cansada de la Educación Cristiana y además ya tenía "muchos años de experiencia".  Junto con comenzar a ver las materias de Misiones, comencé también a estudiar las de Educación Cristiana.
    He pasado por diferentes actividades pero siempre he terminado siendo maestra.  Me enamoré de adquirir nuevos conocimientos no solo bíblicos sino también pedagógicos y comencé a enseñar a los maestros de los niños.
    He escrito cuentos para niños, he escrito lecciones para niños, he hablado en conferencias y talleres para maestros.  El Señor me permitió ser formada por Cook Communication Ministries en todo lo referente a la publicación de libros para niños.  Nada parecía ir mal, solo la economía, pero eso realmente era otra cosa.  
    A los 44 fui invitada a trabajar como docente en el mismo Instituto Bíblico Ebenezer donde estudié, y estando allí, viviendo sola, soltera aún, sin hijos y trabajando con un grupo con quien no tenía experiencia de trabajo, pude entender que todo lo que yo había aprendido no tenía sentido.  
    ¿Cómo sucedió? Prometo contártelo más adelante. Lo que quiero decirte, por ahora, es que si yo hubiera sabido que ser maestra era tener la oportunidad de ver el momento en que uno de tus alumnos puede captar la verdad vital de la salvación por gracia, y la necesidad de volverse a Cristo, hubiera puesto mayor empeño en hacer con gozo mi labor.
    Ahora tengo 52 y nuevamente estoy enseñando a niños, pero ya no soy la misma, predicar a Cristo es mi mayor deseo para la salvación de mis alumnos. Por cierto, me encanta ser maestra.

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